a ras de suelo

De cabecera en mi velador, habita un libro que es un elogio a la inactividad.

Ha sido un buen compañero para transitar la crisis ecosistémica de la que soy parte. Me inspira a sostener un profundo deseo de menos, de bajar el ritmo, de elegir con sumo cuidado dónde pongo mi energía –finita por naturaleza- y de dónde la retiro. Entonces, justo cuando de lo que más tengo ganas es de hacer nada, germina el brote de “almatierra” (*), tal y como lo hace a veces la vida, sin pedir permiso, ni disculpas. Se abrió paso a ras de suelo, como una intrépida invitación a soltar mi tentación crónica de retirarme y desentenderme para, en cambio, permanecer conectada a las redes de personas con las que comparto un modo de entender y atender las crisis. Nace en medio de un deseo de compromiso radical, no con la esperanza, ni con la confianza -como les sucede a algunos- sino con la coherencia. De ser y hacer lo que mi sabiduría crítica, en desarrollo, me va soplando al oído.

Como primera actividad de este brote, vamos al lanzamiento de un libro/semáforo de alerta ante una emergencia. Este es el segundo libro que Manuel Baquedano, sociólogo y ecologista, escribe en torno a la crisis climática. El primero que escribió fue verde, este es el segundo: luz amarilla. Luego viene uno naranjo, que ya está escrito. Y él espera no tener que lanzar, ni escribir, el rojo: nivel máximo de alerta.

Frente al mar, en una terraza al sol, lo leí de una tirada; como aspirando bocanadas de aire fresco. Feliz me encontré con gran parte de las mismas ideas que vengo leyendo, escuchando y reflexionando desde que tomé consciencia de la crisis en la que estamos y comencé el camino hacia su sentido. Frente a la habitual pregunta desencadenada por una crisis: qué hacer, Manuel responde: decir la verdad sin miedo. Como bocanadas de aire fresco se siente la verdad. Decrecer tiene que ver con esa verdad. Dejar de crecer, a nivel social y, también, a nivel personal, quisiera invitarnos en esta reflexión. Decrecer y de ser. Esas son las verdades que sostienen almatierra, en ellas trabajamos, ellas nos conmueven y movilizan a actuar, en este deseo de radical coherencia y equilibrio que parta en nosotros mismos primero que nada; que de activismos ya hemos tenido suficiente, presiento a ratos. Esa intención germinó entre nosotras, fundadoras de almatierra.

Ahora bien, detenida frente a la alerta amarilla del semáforo que el libro enciende, me pregunto ¿cómo acoger el llamado al decrecimiento cuando eres un brote vivo?

La semilla que somos -yo como ser humano, nosotras como almatierra, nosotros como especie- trae dentro de su naturaleza su propio recorrido. No destino, sin duda. Sí la información suficiente para hacer el recorrido que le sea propio. ¿O no es así? Y para, llegado su punto, concluirlo. Como bocanada de aire fresco también, nos viene bien recordar que parte de lo que nos pasa por estar vivos es morir; como está llamada a morir la civilización nuestra.

El decrecimiento consiste en el proceso de colocar a la actividad humana dentro de los límites de la naturaleza, dado que el crecimiento económico actual sobrepasa los límites que permiten mantener la vida en el planeta” (Crisis climática y decrecimiento: hablemos sin miedo. 2022; en Crisis climáticas: cómo vivir en el antropoceno, 2023)

Entonces, siendo el brote que somos, ¿cómo ser coherentes con la invitación al decrecimiento que nos trae la advertencia amarilla de Manuel Baquedano? ¿Cuáles son los límites de la naturaleza de la actividad humana? ¿Quién, cómo, dónde, cuándo se definen esos límites? Imagino que en la ecología de las circunstancias reside gran parte de esas respuestas. Sin embargo, quiero aprovechar la ocasión para reconocer la necesidad de estos cuestionamientos cuando somos brote, precisamente de algo que ni aún imaginamos. Y brote que surge de las consecuencias de un estilo de vida y trabajo que se está cayendo a pedazos, entre medio de cruces paradójicos entre actividad e inactividad, certeza e incertidumbre, crecimiento y decrecimiento, hacer y ser, activismo y acción, crisis y cambio, vida y muerte; como siempre ocurre en la perspectiva a ras de suelo. Que es donde estamos y somos.

¿Qué tanto hemos comprendido cuáles son nuestros límites? ¿Qué tanto los respetamos o confundimos? ¿Qué tanto entendemos la naturaleza? Me lo pregunto una y otra vez. Me gustaría preguntárselo a Manuel, a la montaña y al lago. Para qué decir nuestra naturaleza. ¿Qué tanto entendemos brote de qué somos? ¿Qué tanto entendemos qué esperar de nosotros? ¿Cuántas veces hemos cedido a la tentación de creernos mejores de lo que somos? ¡Añoro una comprensión crítica y sabia al respecto! Entiendo que se construye cerquita de lo más elemental del recorrido: el camino y el cuerpo; y que brota, a su vez, del encuentro con otros, en justo equilibrio con el encuentro conmigo misma.

Mientras una codorniz se cruza frente mío, comprendo que la savia de mi compromiso con almatierra nace de esa comprensión que añoro, de mi insistencia en que lo escribamos con minúsculas, en voz baja, cerquita de la Tierra, siempre lo más cerquita que sea posible de la humildad de recordarnos humus: sustancia que se crea a partir de la descomposición de materias orgánicas presentes en la capa superficial del suelo.

Decrecer significa eliminar lo superfluo (que constituye cerca del 50% de las mercancías existentes en la sociedad de consumo) y concentrarse en implementar un modo de vida más austero y más integral, tratando de vivir mejor con menos”. (Crisis climática y decrecimiento: hablemos sin miedo. 2022; en Crisis climáticas: cómo vivir en el antropoceno, 2023)

¿Hay algo que sea superfluo cuando estamos a ras de suelo? ¿Hay algo superfluo en lo humanos que somos? ¿Hay algo que le resulte inútil y excesivo al suel, que somos, para ser brote de lo que sea que somos? ¿O más bien cada brote trae en sí todo aquello que lo ha contenido y desde lo cual brota? Lo que sea que brote después de nuestra civilización, ¿nacerá inmaculada?, ¿podrá librarse / liberarse de algo o contendrá a sus ancestros? ¿Cómo entenderlo?

Reconozco en mi profunda ignorancia e incomprensión del sentido de la crisis climática del antropoceno, como la llaman algunos, mi propio cable a Tierra. Mi ignorancia me conecta en dirección al alma de la Tierra que nos cobija y ampara, brotemos como brotemos, florezcamos como florezcamos, demos los frutos que demos y terminemos como sea que terminemos nuestras vidas. Ella no necesita que yo comprenda para abrirme sus brazos y abrazarme, para que yo abra mis brazos y la abrace, en mí y en ti, mientras la vida que somos dure. A esa coherencia le doy la bienvenida. A mi plena intención de facilitarnos ese vivir sencillo y sereno, con menos (menos energía, menos estímulos, menos cosas y menos sufrimiento) al que nos invita la luz que deja encendida Manuel y que ilumina, a su vez, los brotes de lo que somos cuando nos encontramos buscando sentidos en un mundo que se cae a pedazos.

Terrícola enAMORada y aspirante a colapsonauta

Frente al Lago Rapel, septiembre 2023

(*) almatierra es un proyecto en el que estoy embarcándome con una colega terapeuta y amiga, para apoyarnos (a nosotras primero y a las personas con las que nos acompañemos) en el cultivo de una profunda adaptación a la situación de colapso social, debido a la crisis climática en la que estamos. Buscamos un modo de hacer y ser que encarne y facilite respuestas amorosas y compasivas frente al impacto emocional, psicológico y social que nos toca como mujeres sensibles que somos. Para ello nos inspira el marco comprensivo del movimiento “adaptación profunda”, impulsado por los aportes de las ideas del profesor Jem Bendell.

Sinceramente, espero destinar tiempo para contarte de eso más adelante. Mientras, puedes buscarlo en la web, si te hace sentido: las 4 R de adaptación profunda, foro adaptación profunda y/o el blog de Jem Bendell. Para nosotras es un espacio nutritivo y amable para acoger los cuestionamientos, dolores, reflexiones y desafíos que la crisis deja en nuestras orillas.

pd. la fotografía la tomé yo, a ras del suelo de mi lugar favorito del mundo mundial.

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